Marco-Hugo Landeta Vacas
8
|
Sep 01, 2025
(CASTELLANO) Volver a Prison Break con todo visto (incluida la resurrección) me ha confirmado dos cosas: su arranque es dinamita televisiva y, cuanto más se aleja de la prisión, más se nota el desgaste. La primera temporada es un puzle vertiginoso: planos tatuados, micro-misiones imposibles, tensión capítulo a capítulo y un uso del suspense casi musical (ayuda la partitura de Ramin Djawadi). Es puro entretenimiento de alta puntuación.
También funciona el reparto: Wentworth Miller construye un héroe cerebral sin perder humanidad, Dominic Purcell equilibra con rudeza cansada, y Robert Knepper hace de T-Bag un villano inolvidable; en la segunda, William Fichtner (Mahone) eleva la caza como un espejo oscuro de Michael.
A partir de ahí llegan las grietas: conspiraciones que crecen sin medida, casualidades salvadoras y una repetición de dinámicas que, a ratos, pide más fe que lógica. Sona (T3) aporta aire nuevo pero breve; la T4 vira a “equipo de asalto” con resultados irregulares; el retorno de 2017 es entretenido, aunque se siente más espionaje que fuga.
Con todo, Prison Break sigue siendo un maratón muy disfrutable: adictiva, hábil en el cliffhanger y con personajes que enganchan. Si alguna vez la dejaste a medias, el viaje completo merece la pena… aunque el mejor recuerdo siga estando entre rejas.
(ENGLISH) Revisiting Prison Break end to end (revival included) confirmed two things: its opening run is dynamite TV, and the farther it gets from the prison, the more wear shows. Season one is a breathless puzzle—inked blueprints, micro-missions, tension episode by episode, and suspense paced almost like music (Ramin Djawadi’s score helps). It’s high-grade entertainment.
The cast clicks, too: Wentworth Miller crafts a cerebral hero without losing humanity, Dominic Purcell balances him with weary grit, and Robert Knepper makes T-Bag an unforgettable villain; in season two, William Fichtner (Mahone) elevates the manhunt as Michael’s dark mirror.
Then the cracks appear: conspiracies that balloon, miracle coincidences, and a repetition of beats that sometimes demand more faith than logic. Sona (S3) injects fresh air but briefly; S4 pivots to a “heist squad” vibe with mixed results; the 2017 return is fun, though it feels more espionage than escape.
Even so, Prison Break remains a highly watchable binge: addictive, expert at cliffhangers, and driven by characters who hook you. If you once dropped it, the full ride is worth it… even if the best memories stay behind bars.