Corps brûlants (1976)

Un adolescente llamado Eric (un joven Luc Templar) tiene una hermosa novia de carácter dulce, pero se enamora lujuriosamente de una mujer considerablemente mayor llamada Helene (una sensacional y sexi Michèle Perello) cuando la ve a ella y a su marido Francois jugando en la playa y teniendo relaciones sexuales salvajes en la hierba de las dunas. Pronto se desarrolla una intimidad entre Eric y Helene, pues ella se siente extremadamente sola y "sexualmente abandonada" debido a que Francois estará fuera unos días por trabajo, de forma que que el chaval se convierte en la compañía perfecta en este momento de “necesidad”. Durante el tiempo que pasan juntos, el chico asume ingenuamente que la dama realmente le ha entregado su corazón, sin embargo, cuando Francois regresa y Eric los sorprende haciendo el amor de nuevo, se da cuenta, para su sorpresa, de que ella solo lo había estado usando como un juguete para su propio consuelo. Afligido, Eric pronto entenderá que su relación de siempre con su novia es mucho más adecuada y satisfactoria para él. Sobre las bases de un guión irrefutablemente morboso (estilo “Verano del 42”, de Robert Mulligan), Christian Lara construye una narración demasiado débil, quizá porque sólo la proyectó para consumidores del producto pornográfico alternativo. Y, en efecto, las escenas de sexo, con la deliciosa cuarentona Michèle Perello, son realmente bellas, y no se centran esencialmente en el aspecto más explícito, sino que aportan un auténtico aroma a romanticismo poco habitual en el cine comercial para adultos. Pero, insistiendo, la narración no aporta ninguna sofisticación, no desmenuza a los personajes principales, ahondando un poco (sólo un poco) en la idiosincrasia de cada uno. Hubiera sido muy apropiado saber, por ejemplo, por qué Helene se ve impulsada a buscar apoyo romántico cuando debe separarse de su marido durante una semana (¡una semana!) por motivos laborales. Algo ocurre ahí que no sabemos, y que impulsa a Helene al frenesí sexual con un chaval.