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El caballo de Turín (2011)

7.6 | mar. 31, 2011 (HU) | Drama | 02:35
Presupuesto: 1 000 000 | Ingresos: 162 088

Libremente inspirada en un episodio que marca el fin de la carrera del filósofo Friedrich Nietzsche. El 3 de enero de 1889, en la plaza Alberto de Turín, Nietzsche se lanzó llorando al cuello de un caballo agotado y maltratado por su cochero y, después, se desmayó. Desde entonces, dejó de escribir y se hundió en la locura y el mutismo. En una atmósfera preapocalíptica, se nos muestra la vida del cochero, su hija y del viejo caballo.

Equipo destacado

Director, Screenplay
Steadicam Operator
Sound Recordist
Screenplay, Author
Producer
Original Music Composer
Director of Photography
Production Design
Steadicam Operator
Steadicam Operator

Reparto

profile
János Derzsi
Ohlsdorfer
profile
Erika Bók
Ohlsdorfer's daughter
profile
Mihály Kormos
Bernhard
profile
Lajos Kovács
Bernhard (voice)
profile
Mihály Ráday
Narrator (voice)

Reseñas

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unknown0vt
N/A | ago. 17, 2016
El punto de partida de _El caballo de Turín_ fue una historia que, entre el mito y la realidad, atrajo al director **Béla Tarr** y al guionista **László Krasznahorkai**: en 1889, **Friedrich Nietzche**, al ver en las calles de Turín a un cochero que golpeaba un caballo que no quería moverse, sufrió una impresión de la que ya no se recuperaría. A partir de esa experiencia, Tarr y Krasznahorkai se preguntan: ¿Qué fue lo que sucedió con el caballo que desencadenó tal suceso? De alguna manera, la película quiere responder, muy libremente, a esa pregunta, mediante un relato ambientado en la Hungría de esa época, los duros años del fin de siglo. En sus últimos cinco largometrajes, desde _La condena_ (1988) hasta _El caballo de Turín_, el húngaro Béla Tarr ha desarrollado un estilo muy singular, trabajando siempre en blanco y negro, con largos planosecuencias en los que el tiempo parece detenido y con una puesta es escena casi coreográfica, especialmente en _Las armonías de Werckmeister_ (2000). En este sentido, _El caballo de Turín_ es una propuesta extrema, en la medida en que prácticamente toda la historia se centra en los dos granjeros y el caballo, aislados en un lugar azotado por el viento, y a lo largo de seis días en los que la sencilla rutina de esos personajes casi miserables va sufriendo algunos cambios que terminan por ser radicales. Por ejemplo, su última comida ya no serán papas hervidas; ante la imposibilidad de encender fuego, deben de comerlas crudas. Y es extrema, además, porque el director ha declarado en repetidas ocasiones que se trata de su última película, que ya ha agotado todo lo que tenía que decir y que ya no tiene sentido que siga haciendo cine. Más allá de lo que suceda con la carrera de Béla Tarr, lo cierto es que _El caballo de Turín_ aparece como un punto final (por lo menos, como el final de una etapa). Y en esta película, mucho más que en las anteriores, está siempre presente la idea del fin. ¿Es el fin del mundo? ¿El Apocalipsis? Aunque Béla Tarr lo niega de manera categórica, insistiendo que la idea de Apocalipsis es siempre espectacular y que aquí es todo lo contrario, en el final de esos granjeros abundan las resonancias bíblicas. El registro, meticuloso, reiterativo, es, efectivamente el de una vida cotidiana que se desarrolla sin sobresaltos, sin quejas, con una aceptación callada y sumisa de lo que la vida les ha deparado. Pero por otra parte, todos los sucesos extraños que comienzan a alterar esa cotidianidad, se parecen mucho a los que se acostumbra a considerar como anuncios del fin del mundo. Cómo puede verse si no a ese animal que se niega a actuar como siempre y decide dejarse morir. O a ese pozo, que de pronto aparece totalmente seco. O a ese viento, como la lluvia, común en el cine de Béla Tarr, pero que aquí alcanza una intensidad excepcional. O a esa huída frustrada, con algo que los obliga a regresar nomás pasando la lomita que rodea su cabaña. O, finalmente, a ese fuego que se resiste a encenderse, cuando una extraña noche apaga igualmente al día. A margen de interpretaciones, que Béla Tarr niega, pero la película parece abrirse a ellas, _El caballo de Turín_ tiene un aspecto hipnótico que no puede pasar inadvertido. Casi sin diálogos, atrapa y envuelve con el ritmo de sus planos largos, con sus imágenes en alto contraste, con la música minimalista de **Mihály Vig**. Si el tiempo es la materia del cine, Béla Tarr se acerca al cine puro, en la medida en que todas sus últimas películas están construidas a partir de la duración. Y en este caso, tanta fuerza consigue con la deslumbrante carrera inicial del caballo, como con las menos espectaculares pero igualmente intensas caminatas que llevan de la cabaña hasta el pozo, o con las recurrentes y escasas comidas.